Este libro está dentro del mi top 10, por toda la sabiduría que tiene entre sus páginas. Es de los típicos libros que cuando los lees, no te dice «nada nuevo». Probablemente ya sabías que no debes tomarte nada personalmente o que si dices algo deberías de intentar cumplirlo, sin embargo, el cómo está escrito hace que te llegue el mensaje de una manera que quieras pasar a la acción. Es por ello un libro que releo frecuentemente.
En Los Cuatro Acuerdos, Don Miguel Ruiz deconstruye la realidad en la que vive nuestra sociedad, y a través de sus palabras, revela la fuente de nuestras creencias limitantes que nos sabotean y del sufrimiento innecesario de nuestra vida cotidiana. En esencia, explica el fenómeno de por qué los humanos nos castigamos a nosotros mismos al no ser lo que creemos que deberíamos de ser.
Si lo piensas cuando somos niños no tenemos la oportunidad de elegir nuestras creencias, aceptamos la información que nos transmitieron nuestras familias, escuelas y círculo social. E independientemente de si las ideas, los valores y las creencias eran correctas o incorrectas, cada vez que escuchamos una opinión y la creíamos, la internalizamos como un acuerdo, y ese acuerdo se convirtió en parte de nuestro sistema de creencias. De esta manera, usamos esos acuerdos para forjar nuestra propia identidad.
En esos acuerdos, te dijiste a ti mismo quién eres, qué sientes, qué crees y cómo comportarte. Y en un esfuerzo por ser aceptado por todos los que te rodean, creaste esta imagen de lo que es la perfección, basada en las creencias de otras personas.
1 – Se impecable con su palabra.
Habla con integridad. Sólo di lo que realmente sientes. Evita usar la palabra para hablar en contra de ti o para cotillear sobre otros. Usa el poder de tu palabra para dar la verdad y amor.
Los cuatro acuerdos
Si te dices a menudo «qué torpe soy» o «no sirvo para nada» o cualquier otro mensaje negativo sobre tu conducta o forma de ser es hora de que pares. Tal y como nos indica Don Miguel Ruiz tu palabra tiene un poder sobre la realidad: son los bloques de construcción de etiquetas, conceptos y creencias. Para evitar crear ilusiones dañinas, se reservado cuando las uses contigo mismo o en otras personas. Pero además, cuando usas tu palabra para hablar mal de los demás sólo estas consiguiendo que la gente asocie esas malas cualidades a ti mismo.
Adquiere el hábito de decir solo lo que quiere decir y de significar solo lo que dice. En caso de duda, no digas nada.
En este sentido los introvertidos contamos con una gran ventaja, nos gusta reflexionar antes de abrir la boca y tendemos a escuchar antes de hablar. No desperdicies esa cualidad por querer ser como el resto de tu círculo social.
2 – No te tomes nada personalmente
Nada de lo que hacen es por ti. Lo que dicen y hacen es una proyección de su propia realidad, de su propio sueño. Cuando eres inmune a las opiniones y acciones de otros, no serás la víctima de un sufrimiento innecesario»
Esto me recordó a una de los artículos que escribí en la sección de preguntas y respuestas. Un chico contaba como siempre se tomaba las cosas a mal. Si enviaba un mensaje y no le contestaban inmediatamente, asumían que le odiaba; si estaba en el supermercado y escuchaba a alguien reír, asumía que se reían de él etc. Aunque si tienes pensamientos de este tipo con bastante frecuencia es posible que necesites la ayuda de un profesional, la raíz de todo ello es que te estás tomando todo demasiado personalmente y asumiendo que todo gira entorno a ti.
Recuerda que las palabras y acciones de los demás son producto de sus propias realidades ilusorias. Si no te tomas nada personalmente el poder de las palabras y acciones de otros no tenfran el mismo impacto en tu día a día.
3 – No hagas suposiciones
Si alguien nos dice algo, asumimos, y si no nos dicen nada asumimos para satisfacer nuestra necesidad de saber sin tener que comunicar. Incluso cuando escuchamos algo y no lo entendemos haces suposiciones de qué quiere decir y nos creemos esas suposiciones. Estamos constantemente asumiendo porque no tenemos el valor de preguntar.
Aunque sabemos que la mayoría de las suposiciones carecen de fundamento, a menudo les damos más valor del que realmente tienen. La clave está en ser consciente cada vez que caes en esta trampa y te pillas asumiendo cosas sobre ti mismo, los demás y el mundo que lo rodea.
En cambio, visualiza y escucha sin etiquetas ni juicios. Si algo te incomoda o te hace sospechar, pregunta y aclara.
Y recuerda, cuando alguien o algo te sorprende o decepciona, la culpa no es de ellos, sino tuya por colocarles en un lugar que no les correspondía.
4 – Da siempre todo de ti
Da lo mejor de ti, en cualquier circunstancia de tu vida. No importa si estás enfermo o cansado, si siempre das los mejor no te juzgarás a ti mismo. Y si no te juzgas a ti mismo no vas a sufrir de culpa o arrepentimiento.
Lógico, ¿verdad? no obstante, seguimos poniéndonos excusas para no dar lo mejor de nosotros mismos: no he dormido demasiado, no me pagan para ello, siempre me toca a mí, no sé hacerlo a la perfección… Todo ello son limites que nos ponemos a nosotros mismos y que a la larga nos pasan factura.
La clave está en dar lo mejor de ti con los recursos que tienes y el conocimiento que tienes en el momento. Es posible que en futuro, cuando seas más sabio, mires hacia atrás y veas que deberías haber tomado otra decisión. Aún así, no te lamentarás si sabes que lo hiciste dándo lo mejor de ti y con la información que tenías entonces.
Ahora, haz lo que puedas, con lo que tienes, desde donde estás; no puedes pedirte nada más.
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