Era la tercera vez que se levantaba para ir al cuarto de baño, ¿qué narices había bebido este hombre? Y al otro lado mi compañera, que parecía que tecleaba a mil por hora, ¿o acaso era yo que escribía demasiado lento?.
Al fondo, pero todavía demasiado cerca, mi jefe hablaba con la community manager del viaje que harían en las siguientes vacaciones mientras que reían a carcajadas. Y por supuesto, la chica fitness de la oficina sorbiendo hasta la última gota de su smoothie de frutas.
No puedo más.
Me levanto y voy al baño simplemente para descansar, para desconectar: ¿qué me pasa?, ¿será un ataque de ansiedad?.
Era como si cada ruidito me molestase, como si estuviese atenta a cada movimiento de mis compañeros de trabajo. Y a la misma vez me sentía observada.
Esas eran mis torturas cada vez que iba al trabajo durante un año. Un tiempo después, me topé con una serie de artículos que hablaban de lo que me había estado sucediendo todo ese tiempo: las oficinas abiertas no son productivas para todo el mundo.
Las “open offices” o las oficinas abiertas es un modelo de organización del espacio de trabajo en la que se eliminan las barreras físicas entre trabajadores. Fue un modelo que se impuso en Estados Unidos en los años 1950 y que desde entonces no ha dejado de crecer en todo el mundo.
Se implantaron bajo la creencia de que era una manera de fomentar la participación y colaboración entre los trabajadores, con el valor añadido de que se ahorraba espacio.
No obstante, diversos estudios demuestran que este modelo de organización puede tener resultados adversos a los que se pretendían.
La eliminación de los típicos cubos de trabajo causó que hubiese una caída en la productividad de los empleados: aumentaba las potenciales distracciones y la sensación de estar toda la jornada supervisado por jefes y compañeros.
En vez de conseguir un espacio donde compartir ideas, se instauró uno donde los trabajadores sentían ansiedad al querer aparentar estar ocupados y trabajando aunque no lo estuviesen debido a que todo el mundo lo puede ver.
Según un informe publicado por Washington Post, los empleados de las empresas donde las open offices fueron establecidas hicieron uso de más días de baja por enfermedad.
Y ahora, imagínate si eres introvertido. Si el interactuar con la gente de por sí ya te agota; si de manera natural trabajas y tienes mejores ideas trabajando por tu cuenta que en grupo. Entonces ir al trabajo puede suponer un “infierno” para ti.
Con el tiempo me fui acostumbrando. Pero aún así en el fondo de mí pensaba que era rara. Que ha nadie más parecía molestarle las conversaciones ajenas, las risas, o los crujidos al pelar los cacahuetes.
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