No solo soy introvertida, sino que también soy tímida. No me gusta hablar en público. No me gusta sentir que todos los ojos me están mirando. Es como si de un momento a otro se me olvidase cómo respirar y hablar. No sé conjugar los verbos y cambio el género de las palabras. Siendo sinceros… parezco tonta.
Pero la cuestión es que no siempre me pasa. Hay veces en las que sí me siento a gusto: puedo hablar sin parar, expresar mis opiniones con sentido y, sobre todo, conjugar verbos 😅…
Aún así, el miedo de que me pase esto me atormenta y aumentan las probabilidades de que me vuelva a pasar.
Una vez dicho esto entenderéis el porqué odio hablar en público, las presentaciones orales, los exámenes orales y las entrevistas grupales que, por cierto, ¿quién narices las inventaría? un extrovertido, por supuesto.
Lo peor de las entrevistas grupales es que se le añade el factor comparación. Soy una persona muy competitiva y aunque es un rasgo positivo, a la misma vez, estoy constantemente comparándome con el resto de personas. Lo anterior hace que quiera ser mejor en cada cosa que realizo, pero también me baja la autoestima. Y en una entrevista de trabajo esto puede resultar trágico. Necesitas “venderte” a ti mismo delante de los demás y para ello es importante que te dé igual lo que haya dicho previamente tu compañero.
Cuando bebo parece que todo me da más igual. Las paranoias desaparecen. Dejo de pensar en qué estarán los demás pensando de mí. Es por ello que decidí tomarme unas copas de vino antes de ir a una entrevista para Ikea.
⚠NOTA: Ahora lo cuento como una anécdota “graciosa” pero, en realidad, no es algo de lo que esté orgullosa ni que recomiende. Principalmente porque el beber no está solucionando el problema de raíz ni mucho menos.
Empecé bebiendo en mi cuarto y simulando en voz alta las posibles preguntas de la entrevista: cuáles son tus puntos débiles, cuáles son tus puntos fuertes, por qué debemos contratarte, y todo ese tipo de cuestiones.
Cuánto más bebía más simpática y extrovertida me volvía, pero, de la misma manera, más torpe.
Como sabía que era posible que me hiciesen esperar una vez acudiese al lugar de la entrevista, metí en una botella de agua algo más de vino: “por si acaso se me pasa el efecto esperado o me pongo muy nerviosa”. Para disimular, además, metí una bolsa de té verde para que pareciese que era eso lo que estaba bebiendo y no vino.
Llegué de las primeras a la sala de espera. Estaba bastante tranquila, y segura de mi misma y con la botella de «agua» en mano. El resto de candidatos comenzaron a llegar y a tomar asiento.
Entonces comenzaron las paranoias: ¿se olería el vino?, ¿se preguntaría la gente porque no paro de beber? ¿se daría alguien cuenta de que la etiqueta dice té verde pero que el interior es rojo?
Como veis las paranoias de que todo el mundo está pendiente de mí continuaron aunque llevase unas copas de más.
Al fin llegó la chica de recursos humanos y nos dijo que le acompañásemos a una de las salas. Entonces noté que por un despiste no había enrroscado correctamente la tapa de mi botella y que había dejado unas manchas rojas en el suelo.
Una de las candidatas se dio cuenta, me miró y sonrió. La verdad que todavía me pregunto si se habría dado cuenta de lo que en realidad contenía mi botella… Probablemente apestaba a vino.
Para responder de una vez a lo que probablemente os estaréis preguntando, la entrevista no fue mal del todo.
El beber sí que me ayudó a participar más pero, si soy honesta, lo podría haber hecho igual de bien sin estar borracha, incluso, tal vez mejor, pues no me hubiese rayado por el tema del olor a vino.
Me acabaron dando un puesto de atención al público, de los que intentan convencer a los clientes de que se lleven un mueble u otro, y como entenderéis, ése no es un puesto de trabajo que vaya con mi personalidad. Muchas veces las dinámicas en grupo se hacen para ver cómo te comportas con los demás, es por ello importante, mostrarte como eres ya que probablemente te asignen un rol relativo a tu punto fuerte. En mi caso hubiera preferido estar de cajera, donde no tengo que estar convenciendo a clientes a que compren un producto. Pero me mostré como una persona a la que le encanta el socializar, nada mas lejos de la realidad.
Hasta ahora no he vuelto a beber para ninguna otra entrevista. Primero por miedo a que se transforme en un hábito y no consiga ser capaz de sentirme segura sin el alcohol.
Segundo, porque aunque consiga volverme más extrovertida en una entrevista de trabajo no estoy cambiando mi manera de ser, solo camuflándolo. Es decir, es como si me estuviera engañando a mí misma para entrar dentro de los parámetros que me creo que buscan los demás en mí.
Si os estáis preparando para ir a una entrevista grupal o dinámica chequea mi post sobre cómo afrontar una entrevista para tímidos e introvertidos! Y tú, ¿has hecho alguna locura por disimular tu timidez?
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