Los introvertidos en general tenemos una característica muy especial: sabemos escuchar. El problema es que algunos no le sacamos partido.
Hace unos años me di cuenta de una cosa: ¿por qué con mis hermanas tenía conversaciones fluidas sin problema? Sabía qué decir en cada momento, no había silencios incómodos y, estaba a gusto.
Sin embargo, con cualquier compañero del trabajo, si me dejaban a solas empezaban los problemas: me trababa o no se me ocurrían temas de conversación.
Esto es porque comenzaba a sobre-analizar la situación demasiado. Mientras que con mis familiares y amigos más cercanos estaba relajada y sin miedo al qué dirán, con mis compañeros de trabajo todavía me encontraba en la fase de “quiero caerles bien”.
Esto me llevaba a repetir dos o tres veces en mi cabeza la frase que iba a decir cada vez que quería intervenir, y por supuesto, siempre salía de una manera distinta a la que había planeado.
Observaba todo, menos lo que debía. Si mis compañeros no respondían a un comentario que yo había hecho, pensaba en lo tonto que era el comentario, o en lo poco que estaba participando en comparación con el resto, y cómo todos lo notaban.
Lo cierto es que en ese sentido soy algo egocéntrica. Me pienso que todo el mundo está pendiente de mí, de mi postura, de mis comentarios… cuando en realidad cada uno está metido en la conversación y en el argumento que quieren sostener.
Considero que los introvertidos no le sacamos provecho a nuestra cualidad de saber escuchar por esas mismas razones. Aunque nos gusta reflexionar sobre lo que la otra persona nos está diciendo, cuando estamos con gente que no conocemos, comenzamos a pensar en qué podemos decir a continuación para que tenga sentido. Es por ello que la clave para tener conversaciones fluidas está en estar en el presente y escuchando lo que la persona trata de decirnos.
Los extrovertidos, por el otro lado, tienen el mismo problema pero la raíz es distinta: a menudo esperan a que la otra persona deje de hablar para contarles enseguida lo que ellos quieren.
Todos deberíamos practicar más el poder de la escucha. Los introvertidos podemos usar nuestra capacidad de reflexionar para indagar más en las historias que nos cuentan y enriquecer la conversación con preguntas y también con nuestras opiniones.
Deja de rayarte por querer caer bien. Si realmente estás escuchando a alguien lo que dirás a continuación saldrá de manera automática, sin pensar cada palabra que vas a decir.
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