Llevaba años fantaseando con la idea de salir de casa de mis padres, vivir con personas de mi misma edad sin tener que dar explicaciones a nadie. Es por ello que en cuanto tuve la primera oportunidad de irme de casa lo hice sin ninguna duda.
Digamos que elegí mis estudios universitarios en base a dónde podría irme, más que si serían de provecho para el futuro. Y así, me fui lejos de casa y de mis amigos de toda la vida.
Me mudé a Madrid, a un piso enfrente de la universidad con dos chicas que estudiaban también allí.
Siempre había imaginado la vida universitaria como fiestas, amistades, noches locas, peleas, y reconciliaciones y sobre todo, conocer a gente nueva.
A veces, se me olvida que soy introvertida😅
Digamos que los primeros meses sí fueron así. Conocí a bastante gente y me esforcé por salir de mi zona de confort, yendo a eventos a los que, en realidad, no me apetecía ir y rechazando muy pocas invitaciones.
Al tercer mes estaba agotada. Necesitaba tiempo para mí. Si tenía clases en la universidad, viendo allí a mis compañeros me bastaba. No me urgía prolongar más mis interacciones sociales.
Si fuese por mi saldría pitando de clase directa a mi cuarto. Pero por no parecer la rara acababa uniéndome a planes después de clase con mis compañeros (todo sea porque no se den cuenta de lo introvertida y tímida que soy).
Pero claro, después llegaba al piso, y en vez de encontrarme con la mesa puesta y a mi madre a punto de servir la comida, me encontraba con una situación muy distinta: mis dos compañeras de piso cocinando y riendo en la cocina con un par de amigos más.
Lo que cualquier persona vería como una situación guay yo lo veía como un desafío:
Digamos que ese es mi proceso mental: pienso en lo que sería socialmente correcto hacer; lo visualizo; pienso en todas las situaciones incómodas que podrán suceder. y después, planeo una excusa para no tener que pasar por éso.
Y es que, una de las características de los introvertidos es sobre pensar demasiado las cosas. Cuando alguien nos invita a un evento, pedimos detalles para poder visualizar primero cómo serán las interacciones. Necesitamos saber quién estará allí; cuánto tiempo durará; qué se va a hacer exactamente. Todo.
De esta manera, siempre tenía una excusa preparada por la que no socializar con mis compañeras de piso.
A veces ni yo misma me entiendo, me caen bien, son super majas, pero prefiero ir a mi bola. Cocinar con mi música y cenar viendo mi serie favorita. Sin presiones. Sin tener que emparanoiarme tratando de cubrir silencios incómodos.
Seguramente pensarían que me caen mal o que soy una tía rara. O quien sabe, lo mismo ni siquiera se daban cuenta de lo que me pasaba.
Digamos que veo mi introversión como una pila o batería que no se puede recargar en un mismo día. Puedo tener varias interacciones sociales y parecer la mujer más simpática del mundo, pero a menudo que pasan las horas voy fantaseando más y más con mi habitación, con momentos de tranquilidad, con el silencio, con el hacer nada.
Entonces es cuando el monstruo introvertido que hay en mí se despierta. O en otras palabras, sale a la luz mi faceta más asocial.
Me refiero a él como monstruo, no porque el ser introvertido sea malo, sino porque a veces el estar cansada de socializar me hace hacer cosas que no son propias de mí:
- Comer snacks en mi cuarto en vez de cocinar con el fin de no coincidir en la cocina con mis compañeras y tener que contar que tal me ha ido el día
- Esperar a que el piso se quede vacío para usar las zonas comunes.
- Cambiar mi rutina a la noche para no tener que socializar con invitados de mis compañeras de piso (no siempre, pero algunos días)
- Decir que tengo que estudiar muchísimo cuando en realidad quiero quedarme en mi cuarto viendo alguna peli sola.
- No hacer ruido en mi cuarto para que mis compis se crean que no estoy y me dejen un poco de paz.
Y la lista continúa…
Debo decir que el compartir piso con más gente me ha hecho darme cuenta de lo introvertida que soy y a conocerme un poco más. Ahora sé que no quiero compartir hogar con personas que sean demasiado extrovertidas o que quieran estar siempre invitando a gente a casa. Eso no quiere decir que no me vaya la marcha, todo lo contrario, pero jamás hospedaría una fiesta. Me gusta la sensación de poder irme cuando me apetece, y si un evento es en tu propia casa, tienes que estar allí desde el principio hasta el final ¡qué pesadilla!.
Discussion about this post